
Con esta entrega termina la segunda aventura de Rusty Riley publicada por Dólar en la Serie Amarilla de su Colección de Novelas Gráficas. Por lo que yo sé, esto es todo lo que de Godwin se ha editado oficialmente en España hasta la fecha (ignoro si alguno de los muchos clubes y sociedades de amantes del comic ha sacado algo fuera de los circuitos comerciales), y por el momento no parece que haya ninguna editorial interesada en poner al alcance del lector inquieto una obra que se cuenta entre las pioneras del arte de narrar en imágenes.
Para esta ocasión me he esmerado en limpiar las imágenes, una vez escaneadas desde las amarillentas páginas del tebeo, ya que la calidad del papel es tan pobre que la reproducción era cada vez más deficiente. No estoy seguro de que mi elección haya sido un acierto. De hecho, la opinión de algunos amigos que han visto mi trabajo es que hubiera hecho mejor dejándolo tal como estaba, que con este lavado de cara, según ellos, me he comido muchos matices. Tal vez sea así, quizá deba volver a los originales y repetir esta entrega otro día con las imágenes como estaban en el papel. De momento, podéis ver lo que he hecho con la segunda parte de esta historia y compararlo con el principio. Ya me diréis qué os parece.
Lo que no cambia es el arte de Godwin, que en este episodio mantiene su calidad habitual. Disfrutadlo, pues, y esperemos que algún día podamos encontrar a alguien capaz de arriesgarse a editarlo todo en condiciones.

























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Otra vez muchas gracias Alejandro. En cuanto al dilema sobre la limpieza de imágenes, es posible que a los nostálgicos nos guste más todo lo que se aproxime no ya a los originales, si no a cómo estarían al cabo de estos 40 ó 50 años. Los que hemos rebuscado entre pilas polvorientas en el Rastro o conocimos el ritual de presentar nuestro "material" y después escoger entre los que, la dueña de la tienda de cambio de tebeos, consideraba como equivalentes, tenemos en la memoria el tacto y sobre todo el olor del tebeo antiguo. Por eso creo que, aunque sea de forma virtual, las páginas amarillentas nos provocan el reflejo condicionado de evocar hasta aquel olor.