Colorear los clásicos / “Las minas del rey Salomón” de José Luis Salinas

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Las tres aulas de nuestro colegio estaban separadas por paneles plegables que se retiraban durante el fin de semana para convertir el local en salón de cine. Las sesiones consistían en varios cortos (triunfaban los del Gordo y el Flaco o los dibujos de Disney) y un largometraje. Por allí pasaron los grandes nombres del séptimo arte (Bob Hope, Bud Abbott y Lou Costello, José Luis Ozores, Alberto Sordi, Totó y Aldo Fabrizzi, Tony Leblanc, Jean Marais, Cantinflas…). El proyector de 16 milímetros obligaba a hacer varios altos “normales” para cambiar los rollos de película, cuando había suerte y no se quemaba o se rompía el celuloide en medio de la proyección, organizando el consiguiente revuelo.
      Los verdaderos aficionados luchábamos con uñas y dientes para conseguir los dos duros que nos permitían “repetir” las dos sesiones, sábado y domingo, para “ver” en condiciones aquellas películas. “Las aventuras de Marco Polo”, “Agárrame ese fantasma”, “Sorge, el espía del siglo” o “La gran ilusión” alcanzaron un gran éxito, pero había otras que eran realmente especiales: “Tempestad en Asia”, “El temible burlón”, “Todos los hermanos eran valientes”, “Quintin Durward”… La diferencia la marcaba el color… no, el “tecnicolor”. La revolución del color fue un estallido para los niños de mediados del siglo.
     Al igual que en el cine, en la historieta el color ha sido un elemento que ha marcado diferencias, pero si el cine en blanco y negro lo reivindicamos años después, con los tebeos pasó un poco al revés. El color, en aquellos años, estaba bien en los tebeos “de risa”, y muy bien en las revistas mejicanas que nos traían a Supermán, Batmán y los demás héroes americanos, pero el tebeo de aventuras “era” en glorioso blanco y negro. Las grandes series, desde el Guerrero y Roberto hasta el Capi y el Jabato, eran auténticos porque no estaban adulterados por el color. Eso vino luego, con aquellos álbumes que ahora son el tesoro de los que los conocieron en su infancia, pero que para nosotros eran una traición imperdonable.
      El gran dibujante argentino José Luis Salinas realizó en los años cuarenta, en un esplendoroso blanco y negro, una serie de exquisitas adaptaciones de novelas de aventuras, con un gran trabajo de documentación y respeto al original literario: “Los tres mosqueteros”, “Miguel Strogoff”, “El último mohicano”, “El libro de la selva”… Tal vez menos conocido de lo que debería, con su obra poco y mal reproducida siempre, Salinas es uno de los más destacados autores de historietas, sólo igualado, nunca superado en mi opinión, por cimas como Harold Foster, con quien se le compara siempre, o Alex Raymond. Su creación más conocida, el Cisco Kid de O’Henry dibujado para la prensa estadounidense, es un prodigio de claridad y equilibrio, una serie clásica del Olimpo del mejor cómic.
     Cuando en 1982 la editorial Nueva Frontera decidió crear una colección de Grandes Maestros, la elección del primer título recayó en su visión de “Las minas del rey Salomón”, de Henry Rider Haggard. Con el mismo criterio que los niños de los años cincuenta, se pensó que si la historia estaba bien como estaba, estaría mejor con colorines, y se procedió a iluminar una obra que para mí era inmejorable en blanco y negro. El color está aplicado con cierta frialdad, “aplastando” a veces las figuras y restando relieve a un dibujo que se caracteriza precisamente, entre otras virtudes, por su sensación de profundidad.
     Si el Salinas dibujante era excelente, no era menor su talento como colorista. Sus láminas de animales, de uniformes o de escenas históricas son verdaderas obras maestras. No parece que el color de esta edición sea obra suya, aunque vivía aún cuando se publicó, y trabajaba para una editorial española. En cualquier caso, no consta ninguna información en el ejemplar sobre el color o la adaptación de original en blanco y nego. Era muy corriente entonces en España olvidarse del trabajo de rotulistas, coloristas, traductores y demás profesionales en las tareas editoriales.
     Con todo, esta es una ocasión de disfrutar de una historieta histórica, una adaptación modélica de un relato que ha hecho vibrar el corazón aventurero de los jóvenes de varias generaciones. Merece la pena leerlo con delectación.

 

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     Tenemos que dejar aquí a sir Henry Curtis, Allan Quatermain y sus compañeros, pero no tardarán en volver al blog para dar cuenta del fin de sus trabajos en las lejanas tierras africanas de la literatura de finales del siglo XIX.

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3 respuestas a Colorear los clásicos / “Las minas del rey Salomón” de José Luis Salinas

  1. roberto dijo:

    Hola, ALEJANDRO: Todavía conservo algunas páginas aparecidas en la revista "Patoruzito", de Buenos Aires, alrededor de 1946 ó 1947: en blanco y negro y sin globos de diálogo, con leyendas al pie de los cuadritos. Y supongo que este formato corresponderá al de Ediciones Récord (también en blanco y negro). Lo ideal sería una reedición en base a la primera publicación en la revista "El Hogar", de Bs. As., a principios de los ’40. En esta edición no me convence el color; realmente, es preferible en blanco y negro. Gracias por recordar a este gran dibujante.

  2. abel dijo:

    es genial tanta creatibidad y tanto arte

  3. lou dijo:

    hola! yo creo que Salinas fue uno de los mejores dibujantes de todos los tiempos es una lastima que hoy en dia ninguna editorial re-publique sus dibujos de libros famoso de historietas ,(los tres mosq…, minas del rey sal…, cisco kid, ect,ect.yo seria uno de los primeros en comprar

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